martes, 7 de enero de 2014

Miedo.

Nos dejamos el amor a un lado cuando decidimos dedicarnos al miedo. Miedo de no ser, miedo de ser. Miedo de tener miedo, de querer hasta que duela, y de que duela tanto que no volvamos a querer. Al final la vida gira en torno a lo mismo. ¿Por qué la necesidad de atarnos a alguien? Por el miedo a estar solos, a ser sin que nadie lo sepa.
Vivimos con miedo a morir, para terminar teniéndole miedo a la vida.

lunes, 6 de enero de 2014

U.

Sigo aquí sin mí, pero contigo. Estás en cada intento fallido por olvidarte. En los versos ajenos y en los míos, y en estas ganas de que regreses. O tal vez, es que el frío no me deja pensar.

Adiós.

Puede que no haga tanto frío y esté congelada por dentro, que ni las mantas me quitan el invierno. Puede que levantarme a estas horas a estudiar parezca una estupidez , que soy estúpida. Puede que tal vez de forma remota me asalten dudas de si aún te quiero. Que el frío es malo para pensar, y peor para el vodka. Pero puede, alomejor, que tú llegaras a mi vida para enseñarme, no para quedarte, porque no estás, y yo no quiero que vuelvas, pero tengo tus sonrisas y tus bobadas guardadas. Asique, por favor, ven y llévatelas, y deja que me cure yo sola del invierno, dime que es verdad, que me quisiste a ratos y que otros me odiabas tanto como yo, que viniste a hacerme daño, y cuando lo hiciste, adiós.

Escape.

Y, créeme, hay cosas que llegan, marcan y se van.
Como tus ojos, y esa estúpida sonrisa de los Viernes.

Rencor.

Hay días que te levantas y, joder, qué asco. Cuando lo malo es peor y te das por vencida, que hasta cuando sale el Sol es por joderte. Y pasan, y se van, pero cuando llegan hay que aguantarlos, y tirar para delante. Porque como te quedes ahí, y lo pienses demasiado, te cala, desde dentro, hacia fuera. Días de mierda que hacen daño, duelen, escuecen, y te hacen más fuerte. Solo queda encontrar maneras de salir de ahí, o personas que te ayuden, o motivos para hacerlo. Y entonces, te das cuenta de las veces que te dijeron que no lo lograrías, y es como; mírame, joder.

Sinsajo.

Memorias.

Fuera llueve. Dentro también. Pero el agua no limpia, ensucia. Trae recuerdos que habíamos dejado hace medio camino. Les trae para bien. O para mal. Quién sabe. Y quien sabe eso también sabe por qué el echar de menos duele y el tenerte también. Que me lo digan, que ni yo me entiendo. O no me quiero entender. Ya no me gusta la lluvia, desde que te trae a ti.

Palabras. O no.

Hablamos de lo que cuesta no perder el control, y dejarse llevar, simplemente. Hablamos de lo simples que somos, lo jodídamente imbéciles que nos ponemos cuando dejamos que los sentimientos nos controlen y lo capullos que nos dejan ser. Las miradas que compartimos con estraños y las que olvidamos con el alcohol. Y duele, ver que los demás olvidan lo que tú no puedes ovidar. Que ya es hora de dejar de pasar páginas en blanco y reducir el libro a cenizas. Pero hablamos de nosotros, de lo que nos dejamos sin decir. Hablamos de hablar.

Tú.

El miedo, que te cala desde dentro. A ti. A mí. Que te mete en el fondo y no te deja salir. Y duele. Escuece. Cura. Y vuelve a doler. Herida sobre cicatriz, y así. Y horas. Días. Meses. Y al final el miedo a ti mismo es el único que nos queda. El que más marca deja, también. Y te toca ver como se hace rutina, y vuelve a empezar. Esencia y miedo. Qué si no.

Esperanza.

Y, de repente, apareces. Y me recuerdas que solías entrar en mi casa, a escondidas, y desmoronar la tranquilidad que tantos días me costaba levantar. Que tenerte era parte de mis pesadillas y también lo único a lo que aferrarme cuando despertaba.

Desorden.

A lo mejor la brisa que nos enreda el pelo es el suspiro de alguien roto al otro lado. Porque, no se, los dos son un caos. Cómo puede ser tan mudo este desastre. De cuando damos mil vueltas en la cama pero no conseguimos sacudirnos las ideas. Es una realidad triste, digo. Qué le vamos a hacer. Y la sonrisa rota de ir en contra del viento. De las personas. Del Sol. Del mundo. Por qué.

Incertidumbre.

El tiempo, el humo, la gente, las sonrisas, la vida. Todo se escapa. Y las ganas de creer que no es así, se desvanecen. La fe en las personas y sus promesas no valen más que una mierda de perro. Aún así, luchamos cada día contra eso, porque queremos creer. Necesitamos creer, que alguien nos va a acompañar. Dónde, no se. Quién, tampoco.

No hay vuelta atrás.

Y te echaba de menos. Ya no solo entre mis brazos, empezaste a faltar entre mis días. De repente, eras una necesidad. El alcohol y los besos ajenos ayudan, pero no se pueden comparar. Hasta que al volver a mí, me di cuenta de que de ti me gustaba hasta lo que no tenías, que era yo.